Spartacus
  Xarxa sindical

17 Mai, 2006

Ley electoral, Catalunya imposible

La ausencia de una Ley electoral específica para Catalunya, que se ajuste a la verdadera distribución del voto y a la vez asegure la representatividad básica de cada uno de sus territorios, ha convertido durante años el resultado de las elecciones autonómicas en una fotografía inexacta de nuestro país.


Aún corriendo el riesgo de aparecer ante los ojos de algunos como aquél que busca una excusa que explique sus discretos resultados electorales, creo que conviene, de nuevo poner en duda el actual modelo de reparto de la representatividad parlamentaria en Catalunya. O mejor dicho, su ausencia. Porque Catalunya es la única Comunidad Autónoma que carece de una Ley propia que se ajuste a las verdaderas características demográficas de nuestro país. Y no se trata de encontrar atajos que permitan compensar un voto desigualmente distribuido.

En realidad la cuestión pasa por evitar situaciones que ponen en duda de forma casi escandalosa, aquel principio democrático de una persona un voto. Nadie plantea que se eliminen ciertos mecanismos de corrección que aseguren una representación básica para aquellas circunscripciones que tengan índices demográficos más bajos. Pero no es de recibo que un diputado por la demarcación de Lleida necesite en las últimas elecciones autonómicas 13.077 votos, 17.111 si es de Tarragona, 17.135 si se presenta por Girona y nada menos que 28.497 si pertenece a la circunscripción de Barcelona.

Esta desproporción, insisto, escandalosa perjudica seriamente los intereses de los partidos de izquierda – PSC i ICV- que concentran la mayor parte de su voto en la superpoblada Área Metropolitana de Barcelona, mientras que los nacionalistas –CiU i ERC- recogen el beneficio que les proporciona la hiperrepresentación de los territorios donde el electorado les es fiel. Este modelo de reparto electoral convierte a Catalunya en un país imposible, en un país irreal desde el punto de vista de las aspiraciones políticas de todos y cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas. Condena a una buena parte de la sociedad a la frustración y, por tanto a la pasividad política.

Sobre esta base se sostuvieron buena parte de las mayorías absolutas de Convergencia i Unió y sobre esta base se asienta la necesidad de las fuerzas de izquierda a entenderse, incluso a la fuerza. La defunción, al menos por ahora, del gobierno tripartito de la Generalitat ha relegado a un futuro incierto la aprobación de la futura Ley electoral que necesita Catalunya, más proporcionada, más justa. Pero incluso en el caso de que pudiera reeditarse la fórmula de un gobierno catalanista y de izquierdas, los intereses de Esquerra Republicana de Catalunya, con una presencia ascendiente en las comarcas no metropolitanas, auguran un proceso complicado.

En todo caso, es necesario que la izquierda sea capaz de movilizar de forma intensa su propio electorado. La izquierda debe obtener un buen resultado para gobernar, desde luego, pero también para tener la fuerza parlamentaria suficiente que impulse un nuevo marco electoral que sitúe a cada uno en su lugar.
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